sábado, 18 de agosto de 2007

1. Caricias y empujones

La sociedad desde un punto de vista biológico. 1

Sólo creo lo que veo y, aun de eso, la mitad. La verdad es que no hay nada tan peligroso para la inteligencia como lo que parece evidente, porque nos encuentra desprevenidos, con las defensas racionales bajas. Costó siglos convencer a la sociedad en general de que la Tierra es una esfera o de que gira alrededor del Sol junto con los demás planetas porque parecía chocar con "evidencias" tan claras que nadie se resistía a creer en ellas. Y es que cuando una interpretación está tan asumida que apenas se la percibe como interpretación, todo lo que se ve a través de ella parece un simple hecho de observación.

Una de las cosas que es necesario tener en cuenta cuando se discute cualquier tema es el conjunto de teorías que se aceptan implícitamente pues las interpretaciones no son hechos y sólo los hechos son prueba de algo. Y un punto en el que es necesario detenerse en especial es la forma en que nuestro intelecto organiza lo que conoce pues todo lo que conocemos adquiere la forma de categorías como el ser, la acción, las cualidades y las relaciones. Es difícil no imaginarlo de esta forma cuando esas categorías se reflejan en la forma gramatical de nuestros idiomas. Así, al hablar de la sociedad, es tentador imaginarla como un ser ya que es el sujeto de la oración y, si esto parece demasiado, es mucho más fácil caer en la tentación de hablar de los intereses o el bien de la sociedad como si tales cosas existieran como unidad.

Entre los mayores avances en el estudio de la Naturaleza está el proporcionado por la teoría de la selección natural de Darwin junto con la genética moderna. Todo puede comprenderse mejor con la ayuda de estas dos teorías científicas, desde el cuello de la jirafa hasta el comportamiento altruista. Pero fue difícil convencer de ello a la sociedad en su conjunto porque chocaba con "evidencias" tan fuertes como que no se ve a las especies evolucionar o que el ser humano no puede "descender" de especies como los monos, aunque como todas las resistencias irracionales esas "evidencias" han terminado por desvanecerse y hoy poca gente duda de que las especies evolucionan por selección natural. Sin embargo la explicación del comportamiento social no ha aceptado aún con facilidad los puntos de vista evolucionistas.

La tendencia a ver la sociedad como un todo unitario del que puede decirse que tiene fines o intereses o la idea consoladora de que los individuos se mueven por causas idealistas y benéficas son claros obstáculos contra el verdadero conocimiento de las causas de los comportamientos sociales humanos. Y, con su aparente evidencia, el obstáculo es bastante mayor. Pero no arreglamos nada con sustituir la realidad por nuestras preferencias ideológicas pues ni la realidad cambia porque la ignoremos ni somos capaces de cambiarla en la práctica si ignoramos lo que verdaderamente es. Así que tengamos en cuenta las aportaciones de las ciencias biológicas en este asunto también.

En un documental sobre los pingüinos emperador de la Antártida se decía que, mientras las hembras van a alimentarse al mar, los machos forman círculos apretándose unos contra otros en medio de las ventiscas del invierno incubando los huevos sobre sus patas, que los aíslan del frío del hielo. Pero lo más bonito era que según el documental los pingüinos se turnaban para no quedar siempre en el exterior y pasar algún tiempo al abrigo de sus compañeros. Bonito, pero lamentablemente falso, y más lamentable para los pingüinos que queden en exterior. Si uno cree en la existencia de entes como la sociedad o sus leyes morales, le resulta muy fácil admitir la idea de que los pingüinos se turnan amigablemente o quizá con alguna pereza como mucho, pero si trata de comprender verdaderamente lo que sucede se encuentra con la poco consoladora realidad de que ni eso sucede ni la teoría de la evolución puede admitirlo tal como los bienintencionados lo desearían ver. Los pingüinos se propinarán una serie de empujones para tratar de no quedar fuera y lo que el observador contempla son los intentos por conseguirlo. Si se tomara la molestia de identificar a cada individuo, verá cómo los más débiles pasarán la mayor parte del tiempo en el exterior aprovechando el calor que les llegue y tratando de entrar al interior del círculo. Mientras tanto, los más fuertes ocuparán con mayor frecuencia ese interior.

La teoría de la evolución explica que cualquier comportamiento genéticamente heredable que disminuya la probabilidad de que el individuo deje más descendientes disminuye así mismo la probabilidad de que tal comportamiento pase a la siguiente generación, y tenderá a desaparecer. Si existe un comportamiento altruista genéticamente desinteresado, es evidente que está en desventaja frente a los comportamientos genéticamente egoístas y que la evolución no puede dar lugar a la aparición ni al mantenimiento de ese patrón de comportamiento, y menos a su extensión.

Si embargo la sociedad existe y existen los comportamientos altruistas. No todo es una lucha despiadada por sobrevivir. No todo son empujones sino que existen las caricias y esto debe poder explicarlo la teoría de la evolución dado que es un hecho constatable. Para entenderlo basta saber que un comportamiento altruista con respecto al individuo, pero egoísta con respecto a sus genes, tiende a aumentar en frecuencia y a perpetuarse. El caso más simple es el de los cuidados parentales pues todos los trabajos y desvelos de un pájaro que aporta alimento sin parar a sus polluelos son un sacrificio altruista para él, pero es un mecanismo genéticamente egoísta por el que sus genes aumentan su frecuencia en la población al sobrevivir más los pajarillos cuidados que los desatendidos por sus egoístas padres.

La sociedad es un conjunto de individuos relacionados por vínculos de colaboración y es claro que esos vínculos de colaboración aparecen según el mecanismo de la evolución como formas de altruismo genéticamente egoísta, es decir, como formas de comportamiento que hacen que los que comparten los mismos genes se sacrifiquen como individuos pero con el resultado de que los genéticamente emparentados pasan sus genes con mayor probabilidad a la siguiente generación haciendo que la frecuencia del gen en la poblacion vaya aumentando. De esta manera los vínculos de colaboración de los padres hacia sus hijos, de los parientes entre sí, de parejas con vista a la reproducción se difunden en una población convirtiéndola en una familia primero y en una sociedad en la medida en que se amplía el radio de colaboración.

La base de la existencia de una sociedad es, por lo tanto, la existencia de vínculos de colaboración. Son éstos los que la crean, los que la constituyen, y no es la sociedad la que tiene unos fines que los individuos más o menos obedecen sino que las relaciones entre individuos son los fundamentos de la sociedad, que es su resultado. En consecuencia, si deseamos comprender la existencia de la sociedad y conducirla en la práctica, es necesario comprender los fenómenos que le dan origen.


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